Actividad física y discapacidad intelectual
Resumen
Existe una amplia población con diferentes tipos de discapacidad intelectual que puede, sin lugar a dudas, beneficiarse de la práctica deportiva y el ejercicio físico. La condición física y la composición corporal de estas personas es notoriamente peor que la de personas sin discapacidad intelectual: menor resistencia cardiorrespiratoria y fuerza muscular, mayor cantidad de grasa corporal, menor de músculo y de masa y densidad ósea. La relación entre varias variables de la condición física con la capacidad de trabajo autónomo y actividades de la vida cotidiana hace relevantes estos hallazgos.
Estas dificultades podrían desembocar en mayores problemas como pueden ser accidentes cardiovasculares, sarcopenia u osteoporosis. Las personas con síndrome de Down agravan estas circunstancias. Se ha demostrado que el entrenamiento físico, tanto aeróbico, de fuerza, combinado o de saltos pliométricos, tiene efectos beneficiosos en esta determinada población. Estás mejoras pasan por aumentos en el consumo máximo de oxígeno y la capacidad de trabajo, e incrementos en la masa muscular y ósea. También se han conseguido descensos del porcentaje graso mediante entrenamiento aeróbico.
Por todo lo anterior, la promoción de programas de actividad física dirigidos a colectivos con discapacidad intelectual parece una importante actuación a tener en cuenta.
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